Año tras año diversas comunidades y pueblos se preparan para salir a danzar.
Hoy el escenario es diferente, sin embargo, esto ha significado imaginar y recrear nuevas formas de mantener vivo el legado de nuestros/as abuelos/as.
La memoria se aviva, hoy se han ideado nuevas formas y espacios para sostener la tradición de danzar, de agradecer, de conectarse con la energía cósmica.
El solsticio de junio, llega con la energía de la historia, la potencia del presente para seguir tejiendo resistencias.
El espacio festivo, el inti raymi, la Yumbada, el Corpus Cristi, etc. no solo representa la riqueza cultural y herencia ancestral de nuestro país, también, han significado una herramientas de organización y de resistencias. Pues la fiesta consolida lazos comunitarios, de amigos, familias, etc. Así vamos cfortaleciendo nuestras identidades, con principios como la reciprocidad, la alegoría, la solidaridad, etc.
Frente al actual contexto global de la pandemia, ocasionada por el covid-19, hemos visto limitadan la convivencia, esa cercanía de ver y estar con el otro/a, en pro de nuestro bienestar, y lo tenemos que seguir haciendo. Entonces invitamos a vivir este tiempo, desde adentro, al interior de cada uno, de cada una, en el escenario más importante: nuestras casas, con nuestros ayllus (familia).
Las etnografías recientes han evidenciado en los ultios años una constante búsqueda de lucimiento y espectacularidad de las fiestas; quizás este tiempo nos invita a repensar aquello.
Guerrero (2004) refiere a Quijano y manifiesta que las culturas originarias, durante mucho tiempo trasladaron a diversas esferas clandestinas ciertas practicas rituales. Entonces, diversos rituales se transmitieron a través de las redes de parentesco y linea consanguinea directa, de generación ha generación.
En la fiesta, en el inti raymi, en la yumbada, estas matrices propias del universo de sentido de las identidades originarias y del los universos simbólicos del mundo andino, se evidencian, mostrando que no solo se encuentran vigentes, sino que son revitalizadas en cada acto ritual cada año.
Si bien antes estos elementos identitarios ancestrales, estos rituales, pasaron a ser clandestinos o a mezclarse con otros, produciendo hibridación cultural y sincretismo, hoy se visibilizan con mayor fuerza.
Guerrero, ratifica la importancia de reconocer la riqueza de la diferencia, de entender que cada pueblo tiene su propio sistema de valores, de símbolos, de identidad; de prácticas y saberes. En esta diferencia y riqueza cultural la provincia de Pichincha tiene a sus representantes, la danza de las montañas, la yumbada se mantiene viva en lugares como Rumicucho, San Isidro del Inca, Cotocollao, La Magdalena, Conocoto.
Abrazamos y saludamos a estos danzantes ancestrales que nos dicen que Pichincha es milenario y que con su fuerza y pasos firmes nos traen alegoría en estos tiempos.
Dan Sperber (1978) llama a la fiesta un campo unificado de focalización y evocación, como si las diversas manifestaciones simbólicas de una cultura en la fiesta proyecen su luz en una misma dirección.
No es la fiesta por la fiesta, no es zapatear, danzar y ya, es un pacto colectivo, donde se activa la memoria y los pueblos ancestrales nos dicen que siguen vivos, hoy más que nunca, para agradecer, pedir salud y fortalecernos.
Por: Mafer Alvaro
Referencias bibliográficas.
Guerrero, Patricio. 2004. Usurpación simbólica, identidad y poder, la fiesta como escenario de lucha de sentidos. Universidad Andina Simón Bolívar. Serie Magister Vomumen 51. Quito.
Sperber, Dan. 1978. El simbolismo en general.Promoción Cultural. Barcelona.